
El brutal hecho conmueve por la crueldad y el ensañamiento sobre los cuerpos de tres jóvenes asesinadas y también por el tratamiento mayoritario del hecho que realizan los medios de comunicación que más se consumen en Argentina.
Por Gabriela Barcaglioni
Los datos que por el momento se confirmaron es que Brenda del Castillo, Morena Verdi, de 20 años, y Lara Gutiérrez, de 15 años, salieron de sus casas el viernes 19 de septiembre y subieron a una camioneta en el partido de La Matanza rumbo a una supuesta fiesta. Una forma de captarlas bajo engaño de que por esa presencia cobrarían 300 dólares cada una.
Los teléfonos celulares que llevaban encima dejaron de estar activos el sábado 20 de septiembre, pero su última señal permitió a la policía seguirles el rastro y encontrar sus cuerpos cinco días después en una vivienda de Florencio Varela, unos 25 kilómetros al sur de Buenos Aires.
El ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso, informó que la principal hipótesis que surge de la investigación es que se trató de “una venganza narco”.
La estrategia premeditada (torturas, mutilaciones y ocultamiento de los cuerpos) fue transmitida en vivo a través de una plataforma digital aún no identificada para un grupo de personas que recibieron el mensaje claro del jefe de la banda (con pedido de captura nacional e internacional): “Esto es lo que les pasa a los que me roban droga”.

Por qué es un femicidio
Es un femicidio porque la crueldad y el ensañamiento comprobado sobre los cuerpos de Morena, Lara y Brenda fueron motivados por el odio, el desprecio, el placer o el sentido de propiedad sobre ellas.
Así se define la forma extrema de violencia contra las mujeres, el final de un círculo de violencias que se profundizan y sostienen en el tiempo. A modo de un espiral, un contínuum de situaciones, acciones u omisiones que no siempre se interpretan como violentas.
Hacer pública la violencia femicida es parte de la actividad política de las feministas que fueron conceptualizando en la academia e incorporado a las normativas nacionales e internacionales. Diana Russell, en 1976, como parte del Tribunal Internacional de crímenes contra las mujeres (Bélgica) lo enuncia por primera vez: “Desde la quema de brujas hasta las matanzas por honor, el femicidio ha ocurrido durante mucho tiempo. Sin embargo, debido a que involucra a las mujeres, no existía una palabra que lo describiera”.
En Argentina, en el año 2012 se sancionó la ley 26.791 que modificó el artículo 80 del Código Penal, incluyendo como agravante del homicidio simple el contexto de violencia contra las mujeres. Aunque hubo resistencias para incorporar el término femicidio, el concepto, la idea de un tipo particular de homicidio en condiciones particulares, está expresado.
El cuerpo femenino como “territorio”
Por otra parte, Argentina reconoce la Convención de Belén do Pará, cuyo Comité de Expertas afirma que los femicidios o feminicidios, la muerte cruenta de las mujeres, es la expresión más extrema e irreversible de la violencia y discriminación contra ellas.
Tienen la función de controlar, disciplinar y castigar a las mujeres, desde el momento que ocurre hasta el tratamiento posterior por los medios de comunicación y los organismos encargados de impartir justicia.
El sistema prostibulario, la prostitución como forma de dominación y violencia sexista supone un factor de riesgo para las mujeres.
Para la antropóloga argentina Rita Segato la violencia contra las mujeres es expresiva. Funciona como un lenguaje de poder y no solo es instrumental, para lograr un fin. Los varones, el patriarcado, manifiesta su poder usando el cuerpo femenino como “territorio” donde marca el control y el dominio, expresan su poderío sobre lo que hacen de las mujeres. Y concluye que no son obra de desviados individuales, enfermos mentales o anomalías sociales, sino expresiones de una estructura simbólica profunda que organiza nuestros actos y le confiere inteligibilidad.

Los medios refuerzan las violencias y justifican los femicidios
Con mucho trabajo de sensibilización y por la insistencia en la explicación se ha logrado que no se justifique el asesinato por razones de género, la violencia extrema contra las mujeres, como un crimen pasional.
Sin embargo, la falta de perspectiva de género en el abordaje mediático, entender que son femicidios y no comunicarlo con ese sentido hace que la actividad de las mujeres, sus conductas previas al asesinato, se conviertan en noticia.
Basta recordar las horas de transmisión y las notas difundidas con relación a los femicidios de Nora Dalmaso o sobre Melina Romero, a quien se la denominaba “fanática de los boliches”. La repetición va instalando la idea de que son responsables de su propia muerte.
Sin embargo, la causa del asesinato no es nunca la actividad de la víctima, sino el machismo del agresor o de los agresores.
Las condiciones de vulnerabilidad social que viven amplios sectores sociales en Argentina, producto de la crisis económica, permea el avance del narcotráfico donde el cuerpo de las mujeres se disputa y se violenta en muchas ocasiones porque son quienes asumen riesgos mayores para sostener la supervivencia de sus grupos familiares.
El escenario es complejo porque una multiplicidad de factores intervienen, no es solo un hecho policial es una problemática que requiere un abordaje con perspectiva de género y mirada interseccional para que no solo se logre esclarecer el hecho, acceder a justicia y reparar simbólicamente a las familias.
Debe quedar muy claro que el Estado no puede correrse de la responsabilidad que le cabe para prevenir, atender, sancionar y erradicar las violencia por razones de género, contra las mujeres porque hay femicidio cuando da garantías a las mujeres y no crea las condiciones de seguridad para sus vidas en la comunidad, en la casa ni en los espacios de trabajo, de tránsito o de esparcimiento. Más aún, cuando las autoridades no realizan con eficiencia sus funciones. Y fundamentalmente cuando el Estado desmantela políticas públicas y recorta programas sociales que deben atender esta problemática.
1.- Decálogos elaborados por Periodistas de Argentina en Red por una Comunicación no Sexista para el tratamiento periodístico de la Violencia contra las mujeres y la Trata con fines de Explotación Sexual
https://redparblog.wordpress.com/material-bibliografico/incidencia/

Detenidos y roles en el triple femicidio
Ariel Giménez: Contratado para cavar el pozo séptico donde fueron enterradas las víctimas.
Lázaro Víctor Sotacuro: Conductor de la camioneta utilizada para trasladar a las jóvenes. Fue capturado en Bolivia tras haber salido del país ilegalmente.
Miguel Ángel Villanueva Silva: Dueño de la vivienda donde se encontraron los cuerpos.
Magalí Celeste González Guerrero: Pareja de Villanueva Silva y copropietaria de la vivienda.
Daniela Iara Ibarra: Vinculada a la propiedad y al encubrimiento del hecho.
Maximiliano Andrés Parra: Detenido junto a Ibarra por intentar limpiar manchas de sangre en la escena del crimen
Tony Janzen Valverde, alias “Pequeño J”: presunto líder de la banda.
Matías Ozorio: segundo de Janzen Valverde.
Lic. en Comunicación Social (UNLP). Integra equipo interdisciplinario Instituto Estudios Jurídicos de la Facultad de Ciencias Jurídicas Sociales (UNLP) Docente Curso Géneros y violencias por motivos de Género. Ley Micaela, Instituto de Estudios Judiciales de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires. Publicó «Los femicidios en los medios de comunicación», “El femicidio de Sandra Ayala Gamboa: su espesor sociopolítico”, «Femicidios: cómo los medios construyen las noticias»,entre otros.

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